Todos hemos vivido momentos épicos que han cambiado no solo nuestra vida, sino el mundo. Momentos que consolidan a un género, sea el que sea. The Beatles, Michael Jackson o Queen en la música; Romeo y Julieta, Cien Años de Soledad o El Gran Gatsby en la literatura; o Doctor Zhivago, El Mago de Oz o Star Wars en el cine. Todos ellos consolidaron o recuperaron un género. Y eso, en el mundo del caravaning, también ha pasado.
Siempre ha habido adelantados a su tiempo que decidieron salir por la carretera con la casa a cuestas, pero faltaba un empujón que consolidara este movimiento. Y, para ello, debemos viajar en el tiempo a finales de los años 60 y principio de los 70. La localización nos lleva a Estados Unidos, un país puesto patas arriba por aquel entonces.
El movimiento hippie gritaba a los cuatro vientos por una libertad que Estados Unidos no compartía en la siempre tan protestada Guerra de Vietman. Este movimiento, marcado por la lucha por la paz, decidió buscar un nuevo mundo que saciara su sed de cambio y, sobre todo, se acercara a sus ideales. ¿El problema? Que este mundo estaba demasiado lejos. ¿La solución? Una furgoneta camper.
The hippie trail, The overland o la Ruta Hippie comenzaba desde varios puntos de Europa. Ciudades marcadas por la libertad como Ámsterdam o Londres recibían a viajeros que habían cruzado el charco días antes procedentes de los Estados Unidos. Holanda e Inglaterra eran las primeras paradas de un viaje cuyo destino estaba claro: la India. Casi nada.
Una ruta de meses marcada por lo inesperado
Actualmente, viajar a cualquier punto del mundo es muy sencillo incluso si lo hacemos en caravana, autocaravana o camper. Con un móvil, una tarifa de datos de Internet y un poco de dinero en las tarjetas de crédito es suficiente para disfrutar de un viaje. Pero en los años 70, cruzar el charco por dos veces era un recorrido que tenía una duración de meses.
Antes de llegar a la India había que poner la bandera en Turquía pasando por Yugoslavia, Bulgaria o Grecia. Afganistán o Pakistán serían otros lugares que deberíamos conquistar si queríamos llegar a nuestro destino. Eso es lo que hicieron los míticos Maureen y Tony Wheeler, cuya ruta fue el origen de las guías tan conocidas en la actualidad Lonely Planet.
El matrimonio Wheeler aprovechó los anteriores viajes para poder conocer lugares en los que comer, dormir y conseguir visados para entrar a los países que aparecían en el trayecto. Y es que eso era lo que quería la comunidad hippie: paz, amor y, sobre todo, compartir. Maureen y Tony consiguieron llegar a Kabul gracias a una camper que fue vendida en Afganistán para poder continuar.
Goa, uno de los estados pertenecientes a la India, era para muchos hippies el final de su destino. Pero lo importante no era el número de ciudades que habían recorrido. La Ruta de los Hippies consolidó lo que ese movimiento quería transmitir: libertad para poder disfrutar de la vida y el amor entre todas las razas.
Un viaje en camper significó mucho más que un simple viaje. Demostró que solo hace falta un carácter diferente y una «casa rodante» para ser feliz. Lo más triste es que las zonas en las que acababa la ruta se han convertido en unas zonas de guerra que parecen querer olvidar la historia.
Pero nada frena ni a las camper ni a este tipo de movimientos. La inspiración es algo que siempre queda y que contagia a las nuevas generaciones. Por eso, una nueva ruta hippie se está fraguando entre los muchos y muchas atrevidos que buscan su libertad.
No te pierdas ninguna historia curiosa relacionada con las caravanas haciendo click en nuestro blog.